No usamos la malla, pero ¡qué tangos nos bailamos!
Para el viernes había todo tipo de alarmas: que amarilla, que naranja, y de noche daba para suspender. Quedamos en que cada uno resolviera y si llovía mucho recomendábamos no ir. A las 7 estaba despejado, cada uno aprontó sus petates, y para la estación. El tren desde Central arrancó básicamente con la gente del Cerro, Margarita y su alegría, Nefer y sus nietas y unas muy lindas señoras que nos alegraron con sus cuentos, buena onda y diversión. En Las Piedras, solo hombres y poquitos. El viaje en tren fue pintoresco y divertido, con aplausos, comunicación, convivencia, confraternización.
Al llegar el cielo estaba despejado, ¡pero había un viento! El panorama pintaba mejor que la noche anterior, por lo menos no llovía, estaba lindo para remontar cometas. Buscábamos un lugar para "acampar", había que ver a Lina con su elegancia y sus tacos caminando por la ribera del río. Compartimos unas tortas fritas, mate,y alguna bebida espirituosa, y entre cuentos, paseos y alegría, y a la espera de avalancheros que venían más tarde: Carlos, Miriam, Uruguay, se hizo la 1, llegó la música, la radio, el alcalde, ...y seguía el viento. Cristina, la guardaparque, nos trajo una parrilla y muy buena leña, pero era tanto el viento y la comida que teníamos, que no lo prendimos. Alguna gente se acercó curiosa, como siempre, a la explanada.
¡QUE TANGOS NOS BAILAMOS! De vez en cuando caía alguna rama, entre conversaciones, anécdotas chistes e integración. La gente de Santa Lucía, lamentando el tiempo y que no se hubiese acercado más gente, estaba muy contenta con la "avalancha"; recordaba la vez anterior y pidió que volviéramos con tiempo más propicio. Será fácil, la semillitas se esparcen.
El último tren pasaba, volvíamos con las caritas coloradas por el sol, y un cansancio lindo y agradable que nos hacía más amigos.
Alejandro Marrero