Desde la década del 90, fue muy extendido por Montevideo, el fenómeno de las “casas colectivas” especialmente de estudiantes del interior, así como también las chacras colectivas tanto en el Montevideo rural como en Canelones. Conocí primero a “La Lucera” y a través de ellos fui a una reunión de intercambio de experiencias en Piriápolis. Fue allí que me encontré por primera vez con los compañeros de la casa de la calle Isla de Flores.
Me contagiaban su entusiasmo. Recibían a todo el mundo y sus casas eran verdaderos desfiles de gente. Todos éramos “Bienvenidos”. Fue en un cumpleaños en “La Lucera” donde me pidieron que bailara mi primer tango e hiciera un mini taller.
Finalmente el domingo 21 de abril de 2001 en la noche, iniciamos las clases en la casa de “Isla de Flores”. Quitábamos todos los muebles del living y al compás de D’Arienzo empezamos con el 1-1,2,3. Cada domingo éramos más. No es casualidad que integrantes de “La Lucera” y de “Isla de Flores” o personas muy cercanas, son parte del grupo inicial de la Avalancha Tanguera.
Los domingos de “Isla de Flores”, de abril a octubre de 2001 posibilitaron la formación del grupo humano inicial, permitió el aprendizaje, el reírnos de nuestras propias torpezas. Tomamos conciencia que el espacio era generador de salud y en las redondillas compartíamos lo que sentíamos.
Existe un especial interés en la integración de las personas que se acercan a la experiencia por primera vez, generándose un clima fraterno de apertura y no competitivo. Esta apertura no invasiva, es fundamental para romper el hielo de una persona que llega a un espacio el en cual no conoce a nadie o casi nadie. Esto habilita, las primeras instancias de comunicación, quebrar el miedo a hacer el ridículo, al “no puedo, esto no es para mí” y tantas otras frases que nosotros mismos dijimos.
A la vez, al hacer sentir cómodas a las personas que se van integrando, los menos nuevos también tenemos la posibilidad de revivir en el otro, aquel ritual iniciático que nos cobijó en los primeros tiempos, reforzando así el rito de la “bienvenida a los nuevos” y que no pierda un elemento principal como es la espontaneidad y sinceridad.
A la vez, este sistema es reforzado, por el aprendizaje-enseñanza recíproco, en el cual todos tenemos algo para enseñar y algo que aprender , por el sistema de rotación de parejas y por la posibilidad de concurrir todos los días de la semana a diferentes grupos.
Desde un punto de vista más global, este sistema pretende difundir un modo de bailar, que permita un encuentro sencillo, espontáneo y sentido entre varones y mujeres.
Mientras escribía recordaba aquellos giros, entre cortes, algunas figuras y nuevamente giros manteniendo un orden en la pista que es circular y así vamos bailando, comunicándonos con palabras mudas, cuerpo a cuerpo, estrechamente conectados por una música que hace vibrar nuestros sentidos.
Hace un tiempo que estoy trabajando con los mandalas, que significa “círculo” en idioma sánscrito. Aparecen en imágenes de la naturaleza, dibujos, vitrales, etc., han sido una aporte para el hombre a lo largo del tiempo y éste los ha incluido en su vida cotidiana, como ser la rueda, en cosas simples como un plato o en la arquitectura. Existen en la forma de una célula, o en el iris de un ojo y nos ordena de tal manera que el hombre lo incluyó en el calendario (el Maya por ejemplo), o en un reloj.
Como se puede ver el mandala está presente en toda nuestra vida y utilizarlo nos puede ayudar en muchos aspectos, como por ejemplo para la concentración, en el desarrollo de nuestra intuición, a transitar momentos difíciles y a centrarnos cuando sentimos diversas situaciones que nos desbordan.
Estos dos elementos atraviesan la propuesta de Avalancha Tanguera. Los encontramos no sólo en el baile, sino que también está presente en todo lo que hace a la metodología de la propuesta. Está cuando iniciamos el taller a la hora de organizar las parejas, nos ubicamos hombro con hombro, cerrando un círculo que nos organiza para comenzar a bailar, damos nuestro nombre y la energía de cada sonido queda incluida en la ronda y ese sonido propio de cada compañero ya vibra dispuesto para bailar.
Allí el tiempo transcurre y la energía armónicamente acompaña a la música que nos pone en movimiento. Ese ponernos en movimiento es como si recibiéramos una recarga de energía, ya que se experimenta una sensación placentera y “si uno llega cansado, decaído, deprimido o triste, se va diferente, se siente bien, uno se renueva”, así podemos escuchar estos y muchos otros comentarios en otro espacio de la clase, que se denomina REDONDILLA y es allí donde cada uno puede o no poner en palabras algo que quiera compartir con el grupo. La disposición del grupo como lo dice la palabra, también nos ubica en una forma circular, en esta instancia sentados produciéndose un tiempo breve de reflexión compartida.
Si bien es premisa de la Avalancha, la expresión por medio de lo corporal, la palabra también tiene un lugar importante antes de finalizar cada encuentro. En esta instancia, que llamamos Redondilla, se genera la posibilidad de expresarse acerca de la experiencia vivida en donde cada uno tiene un espacio exclusivo para hablar y ser escuchado.
A tales efectos se forma una gran ronda cerca del final de la reunión y la consigna es decir el nombre de cada uno y el de los compañeros que se encuentran a izquierda y derecha. Esto es importante ya que en cada encuentro se integran nuevas personas, y darle un lugar al nombre propio significa valorar el sello personal. Además de los nombres, se comentan libremente impresiones acerca del encuentro o temas varios según la ocasión, cuidando que las intervenciones no se hagan demasiado extensas. Sobre todo, porque después de la redondilla vienen unos tanguitos de yapa, que nadie se quiere perder!
Llamamos rotación a bailar consecutivamente una o dos piezas con la misma persona y luego se cambia al compañero/a de baile de forma sistemática. La ventaja del método consiste en que nos habituamos a bailar de muy distintas maneras, según las expresiones personales de cada bailarín.
Recordemos que el tango es tan rico que no admite estereotipos de ninguna clase. Si hacemos una apreciación del método a través de los resultados, la experiencia indica que son magníficos, porque los compañeros y compañeras aprenden con una rapidez sorprendente. Si reflexionamos objetivamente como es que eso sucede nos encontramos con una gran novedad: todos somos enseñantes, cada uno a su tiempo. Entonces ¡oh sorpresa!, si hay 30 compañeros/as, tenemos 30 enseñantes porque al mismo tiempo que aprendemos enseñamos y adelantamos nuestras habilidades.
He aquí la originalidad, lo provechoso del método de la rotación. Esto es ya muy importante cuando nos referimos exclusivamente al baile, pero en forma concomitante, se desarrolla una IMPRESIONANTE SOCIALIZACION del conjunto de todos los intervinientes. El conocimiento que se da gracias a ese contacto continuo, facilita un sentimiento responsable de que todos vayamos adelantando en el aprendizaje pero también ganamos en amistad, en el cariño y se forme un ambiente familiar de amistad, que conlleva una gran solidaridad.
Crecimiento en red
Avalancha Tanguera ha ido creciendo, a través de la incorporación de amigos y familiares a la propuesta. Pero llegado a un punto nos enfrentamos a que los afectos de la gente no están vinculados solo a sus amigos y familiares, sino también a instituciones que al igual que la Avalancha Tanguera manejan la solidaridad y los temas corporales como eje vertebrales de sus propuestas. Y se dio un paso gigante, que fue crecer "en red". No somos lo únicos bien intencionados del mundo y esa actitud de no mirarse el ombligo ha sido determinante.
Sindicatos, asociaciones civiles, clubes deportivos, hogares de ancianos, escuelas, liceos, facultades, se fueron sumando a la propuesta, esto no tiene límites!!! ¿¿Qué pasa, hay chocolate??. No, solo tango, solo el abrazo transformado en bandera de cada uno y del todo.